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...Cuando digo Mamá por Mónica Beatriz Gervasoni

Cuando digo Mamá ...por Mónica Beatriz Gervasoni (')




Cada vez que digo mamá, cierro los ojos pienso y siento que no hay ningún manual para decirme como serlo.


Cierro los ojos y traigo a mi memoria algunas mañanas, cuando despierto a mis hijos para el colegio; porque otras ya aprendieron a despertarse solos, los reclamos de mis mimos y yo dejándome reclamar.

Por el valor que tiene ese beso para empezar mi mañana. El que me demuestra, clarito como el agua, la incógnita de como hice para vivir sin ellos tanto tiempo hasta que nacieron. Ella un 14 de febrero del 94 y el un 29 de marzo del 2003.

No imagino la vida sin el que le enseñé a patear una pelota, y a la que le enseñé a bailar el vals de los quince, aunque no hubiera plata para la fiesta y sin embargo hubo un festejo tan grande cuando se hizo una señorita de 15.

Cierro los ojos y rescato esas escenas diarias y cotidianas que cada día nos hacen más familia. Chiquitita de a tres, pero familia al fin.

En el pan casero que me hizo el más chico con sus propias manitos en el colegio. Y cuando me dijo: “yo sé que te gusta el pan, mami, por eso te lo traje”. O “yo jamás pensé que tenía una mami así”. De sus labios sentí los piropos más lindos de mi vida.

Y no puedo dejar de decir gracias a la vida, porque a pesar de los yerros, de las heridas que hay que curar, de los miedos que entrañan verlos crecer en un mundo, a veces tan despiadado, de reconocerlos a medida que van creciendo, acompañarlos, de ser testigo de las discusiones entre la hermandad en la que se constituyen, de sus frustraciones, de las mías, del día al día y de la plata que no alcanza.

No puedo dejar de dar las gracias, porque es cierto, no hay manual para ser madre pero hay ejemplos que paren tradiciones que elegimos seguir.

Mi hija heredó la mano para cocinar de su abuela; sal pimenta y condimenta como ella y le pone el ingrediente principal: amor; a muchas cosas de las que hace; entre ellas la comida. Porque gran parte de su niñez imponía el ritual de poner su sillita cerca de su abuela y mío, cada vez que cocinábamos. Ella era la princesita que probaba con pan el jugo de la salsa, sabor casero. Ella que aprendió a tomar mate de su abuela y que la extraña tanto como la extraño yo.

Cierro los ojos y siento: gracias a todas las madres, que el destino me dio, para acompañar la ausencia que significó las partidas de las mías. La primera después de la que me dio la vida, y el destino se la llevó sin conocerla, y después de la que me adoptó una vez y que se mudó al cielo. Trances duros si los hay.

Pero cuando miro a mis tías o cierro los ojos en búsqueda de su recuerdo, veo los rasgos de mi madre, pedacitos de su sonrisa y recortes de sus gestos. Que como un espejo los hacemos carne mis hijos y yo.

Cada vez que miramos, sonreímos y amamos. Como nos sale, tratando de aprender a ser mejor, haciendo todos los días de la casa un hogar más lindo y que de ganas de habitar para salir y volver de la calle a reencontrarnos con nuestro amor y un poco de paz. Que a la calle y al mundo le hacen tanta falta.

Y entonces comprendo que mamá, a veces se nace pero sobre todo se hace. Todos los días un poquito y quienes nos enseñan son nuestros soles, nuestros hijos, que le brindamos al mundo y a la vida.

(') ...Lectora de Tiempo On Line a quién le agradecemos esta hermosa colaboración de su autoría.

Mónica Beatriz Gervasoni

DNI 18315136
Fitz Roy 2328
Planta Baja B
1425-Capital Federal

MorochaUrbana_67@hotmail.com


director@tiempoonline.net

prensa@tiempoonline.net

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